Why did I want to read it?

What did I get out of it?

Aquí se encontrará solo la descripción, en estado puro, de un mal del ánimo. (p. 13)

No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida. (p. 15)

Los muros absurdos

Lasitud = flojera.

Suele suceder que los decorados se derrumben. Despertar, tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, comida, tranvía, cuatro horas de trabajo, cena, sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado al mismo ritmo, es una ruta fácil de seguir la mayoría del tiempo. Pero un día surge el «porqué» y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro. «Comienza», eso es importante. La lasitud está al final de los actos de una vida maquinal, pero inaugura al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. Lo despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena, o el despertar definitivo. Aquí debo llegar a la conclusión de que es buena. Porque todo comienza por la consciencia y nada vale sino por ella. (p. 24)

El suicidio filosófico

…la fenomenología se niega a explicar el mundo, quiere solamente ser una descripción de lo vivido. Coincide con el pensamiento absurdo en su afirmación inicial de que no hay verdad, sino solamente verdades. Desde el viento vespertino hasta la mano que se apoya en mi hombro, cada cosa tiene su verdad. (p. 50)

La filosofía del absurdo. Ni hay una razón absoluta, ni hay Dios.

Mi razonamiento quiere ser fiel a la evidencia que lo ha despertado. Esa evidencia es lo absurdo. Es el divorcio entre el espíritu que desea y el mundo que decepciona, mi nostalgia de unidad, el universo disperso y la contradicción que los encadena. Kierkegaard suprime mi nostalgia y Husserl reúne ese universo. No es eso lo que yo esperaba. Se trataba de vivir y de pensar con esos desgarramientos, de saber si había que aceptar o rechazar. (…) La honradez está en saber mantenerse en esa arista vertiginosa, y lo demás es subterfugio. (p. 56)

La libertad absoluta

…estas dos certidumbres, mi apetito de absoluto y de unidad y la irreductibilidad de este mundo a un principio racional y razonable, sé también que no puedo conciliarlas. (p. 58)

Esta rebelión no es sino la seguridad de un destino aplastante, sin la resignación que debería acompañarla. Aquí se ve hasta qué punto la experiencia absurda se aleja del suicidio. Cabría creer que el suicidio sigue a la rebelión. Pero es un error. Porque no representa su desenlace lógico. Es exactamente su contrario, por el consentimiento que supone. El suicidio, como el salto, es la aceptación en su límite. (p. 61)

No hay espectáculo más hermoso para un hombre sin anteojeras que el de la inteligencia enfrentada a una realidad que la supera. El espectáculo del orgullo humano es inigualable. (…) Todo cuanto hay de irreductible y apasionado en un corazón humano los anima, por el contrario, con su vida. Se trata de morir irreconciliado y no de buen grado. (p. 62)

La libertad es la que da que this is all there is. Recuerda a Cosmic Insignificance Therapy y a The Good Place:

sentirse en adelante lo bastante ajeno a la propia vida para acrecentarla y recorrerla sin la miopía del amante, ahí está el principio de una liberación (…) ese increíble desinterés por todo, salvo por la llama pura de la vida (…) la indiferencia hacia el futuro y la pasión de agotar todo lo dado. (p. 65)

El donjuanismo

Don Juan es el ideal de hombre absurdo:

Provocan bastante indignación (o esa risa cómplice que degrada lo que admira) los razonamientos de Don Juan y esa misma frase que sirve para todas las mujeres. Pero, para quien en los goces busca la cantidad, solo importa la efi-cacia. ¿Para qué complicar las contraseñas que han dado resultado? Nadie, ni la mujer ni el hombre, las escucha, sino más bien la voz que las pronuncia. Son la regla, la convención y la cortesía. Se dicen, y después queda por hacer lo más importante. (p. 81)

Lo que Don Juan pone en práctica es una ética de la cantidad, al contrario del santo, que tiende a la calidad. Lo propio del hombre absurdo es no creer en el sentido profundo de las cosas. Recorre, almacena y quema esos rostros cálidos o maravillados. El tiempo marcha con él. El hombre absurdo es el que no se separa del tiempo. Don Juan no piensa en «coleccionar» mujeres. Agota su número y con ellas sus posibilidades de vida. (p. 81)

Obvio que era imposible que esta filosofía no fuera Poliamory:

También en eso hay varias formas de suicidarse, una de las cuales es el don total y el olvido de la propia persona. Don Juan, como cualquiera, sabe que eso puede ser emocionante. Pero es uno de los pocos en saber que lo importante no es eso. Lo sabe muy bien: aquellos a quienes un gran amor aparta de toda vida personal quizás se enriquezcan, mas con seguridad empobrecen a los elegidos por su amor. Una madre o una mujer apasionada tienen necesariamente el corazón seco, pues está apartado del mundo. (p. 82)

Ufff, y qué buena esta razón por la que la gente suele tener reacciones muy airadas contra Poliamory. Atenta contra el sentido de la vida (endeble) de los demás:

…se comprende que los hombres de lo eterno exijan que se le castigue. Ha alcanzado una ciencia sin ilusiones que niega todo lo que ellos profesan. Amar y poseer, conquistar y agotar, esa es su forma de conocer. (Tiene su sentido esa palabra favorita de las Escrituras que llama «conocer» al acto del amor.) (p. 83)

La comedia

Los que hacemos Teatro estamos cerca de ser hombres absurdos. ¿Será esta la razón por la que me gusta?

Al hombre cotidiano no le gusta entretenerse. Todo le apremia, por el contrario. Pero, al mismo tiempo, no le interesa nada más que él mismo, sobre todo lo que podría ser. De ahí su afición al teatro, al espectáculo, donde se le proponen muchos destinos cuya poesía recibe sin sufrir su amargura. En eso, al menos, se reconoce al hombre inconsciente que continúa apresurándose hacia no se sabe qué esperanza. El hombre absurdo comienza donde este termina, donde, dejando de admirar la representación, el espíritu quiere entrar en ella. Penetrar en todas esas vidas, sentirlas en su diversidad, es propiamente representarlas. (p. 86)

En tres horas ha de sentir y expresar todo un destino excepcional. Eso se llama perderse para volverse a encontrar. En esas tres horas llega hasta el final del camino sin salida que el hombre de la sala tarda toda su vida en recorrer. (p. 88)

…también en el tiempo aprende a dominarlos. Cuantas más vidas diferentes haya vivido, mejor se separa de ellas. (p. 91)

El mito de Sísifo

Se me antoja parecido a lo que pensaba Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido:

Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. (…) Lo trágico de este mito estriba en que su héroe es consciente. ¿En qué quedaría su pena, en efecto, si a cada paso lo sostuviera la esperanza de lograrlo? El obrero actual trabaja, todos los días de su vida, en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero solo es trágico en los raros momentos en que se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la amplitud de su miserable condición: en ella piensa durante el descenso. La clarividencia que debía ser su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se supere mediante el desprecio. Todo el gozo silencioso de Sísifo está en eso. Su destino le pertenece. (…) Hay que imaginarse a Sísifo feliz. (p. 131)